Un paso más hacia una vacuna universal contra el cáncer

Un grupo de la Universidad de Maguncia (Alemania) prueba en ratones y en tres pacientes un nuevo sistema que permite al sistema inmune responder contra algunos tumores

El cáncer no es una invasión de cuerpos extraños como las bacterias o los virus. Esta enfermedad es una especie de reverso tenebroso de nosotros mismos, nuestras propias células enloquecidas, que la convierte en un enemigo muy difícil de combatir. Durante décadas, la opción farmacológica más frecuente contra la enfermedad ha consistido en envenenar a todas las células del cuerpo con la esperanza de que las cancerosas sufran más que las sanas (la quimioterapia). En los últimos años, sin embargo, han aparecido nuevas opciones más efectivas y menos tóxicas.

Uno de estos métodos, cada vez más generalizado y menos experimental, consiste en ayudar al sistema inmune a identificar las células cancerosas para que las destruya. La más común de estas inmunoterapias consiste en desmontar las estratagemas moleculares que utiliza el cáncer para confundirse entre las células normales. De esa manera, los glóbulos blancos son capaces de detectarlas y atacarlas. Durante muchos años, los científicos han tratado de emplear contra el cáncer el sistema de inmunoterapia más efectivo que conocemos: las vacunas. Estas sustancias introducen en el cuerpo algo que se asemeja al microbio que se quiere combatir. El sistema inmune se prepara así para reconocer a una amenaza contra la que en principio no estaba preparado. Sin embargo, las células tumorales se parecen demasiado a las sanas y los

Esta semana, en un artículo que se publica en la revista Nature, un equipo de investigadores de la Universidad de Maguncia (Alemania) explica cómo han logrado desarrollar un sistema que podría ser un primer paso para crear una vacuna universal contra el cáncer. Los autores trataron de alcanzar las células dendríticas del sistema inmune, capaces de provocar una respuesta contra los tumores, y para lograrlo, empaquetaron ARN (las moléculas que le permiten al ADN producir proteínas) con lípidos y se lo inyectaron a ratones. El envoltorio de lípidos conservó el ARN, que normalmente habría sido descompuesto por el organismo, y le permitió llegar a las células dendríticas y los macrófagos (un tipo de glóbulos blancos) presentes en el bazo, los nódulos linfáticos o la médula ósea. Allí, el ARN se convirtió en un antígeno específico para el cáncer, dando la señal necesaria para desatar una respuesta inmune dirigida y potente contra la enfermedad. Los investigadores probaron el sistema en varios modelos de tumores en ratones observando una intensa reacción de los glóbulos blancos ante el antígeno inyectado en los animales. Además, en un pequeño ensayo con tres enfermos de melanoma también observaron que el mecanismo tenía los efectos esperados y se producía una respuesta del sistema inmune. En opinión de los autores, el hecho de que casi cualquier antígeno se pueda codificar en ARN, este tipo de vacunas podría adaptarse a cualquier tipo de cáncer para provocar un efecto inmunitario contra el cáncer similar.